domingo, 11 de enero de 2015

El corazón tiene razones que la razón no entiende

Has salido a navegar, estás en tu  velero, el mar está en calma, estás disfrutando de la brisa marina, de las vistas de la costa, que cada vez se aleja más... Cuanto más lejos estás más bonito parece todo, pero alejarse de la costa tiene sus consecuencias... No has visto venir la tormenta, el oleaje comienza a sacudir tu barco, tanto que empiezas a tener miedo. La tormenta sigue, piensas que va a amainar, pero no, entonces una fuerte ola golpea tu barco y lo rompe por la mitad, estás perdido, desorientado, no sabes que hacer...
Parece que la tormenta ha parado un poco, vas en tu mitad de barco agarrándote como puedes a ésta, es la única esperanza que tienes. Arrastrado por la corriente llegas a la costa, estás a salvo y, por lo que pueda pasar, decides no navegar en un tiempo
Empiezas a pensar en reparar tu velero, pero no sabes ni cómo ni por dónde comenzar, ni si es buena idea, pero al final te decides por intentar repararlo de nuevo... "Dejémonos llevar" dices, inocente... Ha pasado mucho tiempo desde que empezaste a arreglarlo, algunas piezas han sido muy difíciles de encajar, aunque parece que el barco ha quedado como nuevo. Ya estás en puerto, a punto de salir, cuando, inesperadamente, una pieza falla... Cansado y decepcionado con tu barco, decides cambiar, no se sabe si por venganza, o por resentimiento, o... qué se yo.
Pasados unos días encuentras una pequeña lancha: usada, vieja, sucia y oxidada, a muy buen precio, tan buen precio que te dejas llevar, pobre de ti... Sales a navegar los días siguientes, no lo pasas mal, pero te sientes vacío y te das cuenta de que ha sido un error, de que como tu viejo velero, ese al que conoces tan bien, ese al que serías capaz de pilotar con los ojos cerrados... no hay nada. Cabizbajo, vuelves a puerto, amarras la vieja lancha en el muelle y piensas que es el momento de volver a intentar navegar de verdad, así que te subes al velero.
Pasas unos días increíbles, tan buenos, que piensas que es un nuevo comienzo, una oportunidad, y que es la de verdad,... sin tener en cuenta que el corazón a veces te la juega.
La ves, ves ante ti, de repente, la tormenta, sí, esa a la que ya no creías temer, pero temías, esa a la que tu corazón había dejado atrás pero tu razón todavía tenía en mente...

El barco se hunde,
y yo con él,
me falta el aire
y no se volver.


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